La tarea con las niñas y los niños más pequeños implica una gran responsabilidad y un desafío posible. Contrariamente a lo considerado socialmente, e incluso al interior del propio Nivel Inicial, cuanto más pequeños son los niños y las niñas más conocimientos y herramientas hay que tener para alcanzar adecuados modos de enseñanza. El rol docente en la educación de 0 a 3 años alcanza su máxima expresión, porque es la tarea con los más pequeños la de mayor responsabilidad y compromiso, la de mayores fortalezas y posibilidades, la más necesitada de reflexiones y acciones continuas y contundentes.
Las niñas y los niños pequeños, por su especial vulnerabilidad, necesitan de educadores que pongan en juego cotidianamente su potencialidad educativa, su compromiso con la ética y el conocimiento, sus constantes intenciones de buscar y encontrar los mejores modos de poner de manifiesto lo pedagógico. Sabemos que encontrar espacios educativos en la Sala Cuna es una tarea compleja pero necesaria y posible; las demandas infantiles constantes, los importantes tiempos que implican las actividades de crianza (higiene, sueño y alimentación) resignificadas desde la mirada pedagógica, y la constante atención y los cuidados infantiles, implican una búsqueda cotidiana de la mirada educativa. Los momentos educativos son continuos, los encontramos al resignificar las actividades de crianza, al preparar los escenarios para las actividades de juego espontáneo y especialmente al desarrollar propuestas secuenciadas previamente planificadas (secuencias didácticas / itinerarios / miniproyectos) . Sostener estos espacios solo es posible desde una mirada docente atenta, respetuosa, criteriosa, y una institución que sostenga un entramado cooperativo, desde un trabajo en equipo y compartido.
Los docentes son los pilares que sostienen estas posibles acciones y las tareas educativas, que solo pueden desarrollarse adecuadamente desde la disponibilidad afectiva, corporal y lúdica. Ellos son los responsables de pensar, diseñar y desarrollar propuestas educativas significativas que enriquezcan los procesos infantiles de desarrollo y aprendizaje. Esto se logra, únicamente, si los docentes ponen en juego acciones y decisiones que prioricen el respeto por lo que cada niño o niña es y puede, por la diversidad infantil y familiar, sustentando sus actitudes en el afecto y el cuidado.
Hemos mencionado en muchas oportunidades la importancia esencial de comprender que cada una de las acciones y actitudes adultas deja huellas en el desarrollo infantil, que somos el ejemplo vivo y presente del cual los niños y las niñas aprenden mirando y participando conjuntamente, que somos modelo que da cuenta del mundo que rodea a los pequeños.
También hemos mencionado en muchas oportunidades que el cuidado es parte fundamental de la educación, especialmente en edades tan tempranas, que educar y cuidar son dos aspectos del mismo proceso, que cuidar es una forma de educar cuando pensamos en la Sala Cuna.
Sin embargo, cuesta encontrar los espacios para articular juego y conocimiento, educación y cuidado, intervenciones docentes y acciones infantiles.
“Educar a los más pequeños es una tarea de las más bellas y complejas a las que debe dedicarse la humanidad. Sabemos que los modos en que es educada la infancia inciden fuertemente en su desarrollo y conocemos de la gran influencia de los acontecimientos en las primeras experiencias del ser humano. Educar a los más pequeños es ayudarlos a introducirse en el mundo y ser parte activa de la sociedad; sus creencias, sus saberes, sus modos culturales. Pocas tareas igualan a este proceso educativo en cuanto a su riqueza, posibilidades y responsabilidad. Es por esto que la educación de los niños preocupa y ocupa a los hombres llevándolos a pensar y revisar constantemente posturas y acciones para formar a los miembros de la sociedad.”
Pitluk, Laura. Educar en el Jardin Maternal: enseñar y aprender de 0 a 3 años. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. 2006.
Veamos un ejemplo…
La educadora de la sala de 2 años (medio menor) se encuentra preocupada porque una niña de su sala vino con un golpe en la guatita y la madre insiste en que se cayó y se golpeó con la mesa. Concentrada en esta situación, no observa a los niños y niñas que juegan en el patio. De repente una niña se le acerca llorando y diciendo que otro niño le pegó, al no haber observado la situación la educadora tiende a actuar retando al niño mencionado, que de hecho siempre participa de este tipo de situaciones. Sin embargo, se detiene un momento y se da cuenta de que no puede actuar antes de constatar todo lo sucedido, sabiendo de la dificultad de lograrlo con los niños en estas edades. No obstante, lo intenta y lo logra, enterándose de que en realidad el niño sí le pegó pero porque previamente la niña le quitó el arrastre con el que estaba jugando. Si bien trabajó con el niño el hecho de que debe decirlo con palabras y no con golpes y acercarse a la educadora a comentarle lo sucedido, también trabajó fuertemente con la niña la idea de que no debe quitar el juguete a otros sino solicitar uno a la docente o pedírselo prestado al compañero y que debe respetar las pertenencias y deseos de los otros.
Analicemos el ejemplo presentado
¿Qué hubiera sucedido si la educadora hubiese retado al niño en lugar de escucharlo y hubiera cometido un acto injusto? ¿Qué concepción del mundo, de la autoridad, de la justicia, les hubiera transmitido a ambos niños? ¿Hubieran aprendido acerca de la importancia de explicar con palabras y no golpear bajo ninguna justificación, remitirse a la docente cuando algo sucede, respetar a los otros y sus necesidades o hubieran aprendido el “sálvese quien pueda” y el “vale cualquier cosa”? ¡Qué difícil para los docentes detenernos en el medio del devenir escolar tan rápido, complejo e intenso, tan sobrecargado! ¡Pero qué importante y necesario! ¡Y cuánto lo merecen los niños, tantas veces perdidos en un mundo que tan seguido se olvida de que son la prioridad!
“Educar a los niños pequeños implica una sabiduría y una responsabilidad que ubica a las instituciones y a los educadores como pilares del Sistema Educativo. La Educación Inicial traza las huellas del recorrido que la infancia transitará en su proceso educativo, iniciando una modalidad de acercamiento al conocimiento que influirá en sus posibilidades de aprender, de comunicarse, de expresarse.”
Pitluk, Laura. Las prácticas actuales en la Educación Inicial: sentidos y sin sentidos. Editorial Homo Sapiens. Rosario. 2012.
Fente: Club Ediba
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