La producción y oferta de libros para los más pequeños ha logrado una trascendencia cultural y económica al finalizar el Siglo XX. El proceso de creación de este material refleja un compromiso estético enmarcado en objetivos pedagógicos cada vez más definidos por pautas provenientes
del campo teórico referido a la formación y entrenamiento de lectores infantiles. Así, están involucrados artistas plásticos, diseñadores gráficos, escritores, psicólogos, pedagogos.
del campo teórico referido a la formación y entrenamiento de lectores infantiles. Así, están involucrados artistas plásticos, diseñadores gráficos, escritores, psicólogos, pedagogos.
La preocupación por obtener libros destinados a la iniciación temprana en la lectura es Manifestación de un ideal sociocultural: mejorar la calidad de vida mediante mayores
cuidados dirigidos al ser humano en sus primeros años de crecimiento.
El bebé puede acceder, ahora, a la lectura de imágenes a partir del segundo semestre de vida.
Efectivamente, al promediar los seis u ocho meses, un niño física y psíquicamente sano, puede sostener objetos con más confianza, manipularlos, mientras permanece sentado por su
propia decisión. Éste es el tiempo de ofrecerle libros-objeto diseñados para él, de tela o material plástico trabajados con pintura no tóxica, previniendo que en este período de su
maduración intentará llevarse los objetos a la boca.
También están los libros de cartón plastificado, con las puntas redondeadas para que no se lastimen. La manipulación de estos libros-objeto puede estimular a los pequeños lectores e
inducirlos a sus primeras lecturas, a intentar la descodificación de los significados representados. Si bien puede preocuparnos la directividad de la industria editorial en la producción de estos
materiales, es importante en todos los casos permanecer fiel al objetivo: la estimulación de la lectura desde las primeras etapas de la vida.
Para nosotros la palabra lectura tiene otro significado. El niño no tiene que entendérselas con un libro de lectura sino con un libro de imágenes o con un álbum. No se trata de descodificar los símbolos de las letras sino de descodificar los mensajes transmitidos por la imagen.
Ya no es el niño aprendiz y sumiso el que nos interesa, sino el niño libre, creador y poeta.
4 A medida que el niño crece, cambiará la oferta, aparecerán las primeras historias contenidas en la secuencia de imágenes graficadas en el libro. Narraciones sencillas, con uno o dos personajes, que lo irán introduciendo en el universo de la ficción. El proceso de complejización del material que se oferte no puede ser establecido rígidamente, y es posible que cada niño tenga su propio ritmo.
5 Los encuentros ocurrieron en el salón destinado a la biblioteca. Se armaba una ronda, circulaba el mate, y bizcochitos. Se compartían las lecturas teóricas, y luego se destinaba un tiempo a la observación de los libros analizando su posible catalogación. Se formulaban apreciaciones sobre su diseño, colores, formatos.
Se introdujo además, desde los primeros encuentros, la costumbre de narrar o de leer un texto en voz alta, con la finalidad de escuchar por placer, sin que la actividad redunde en aprendizajes
específicos. Esta lectura realizada como cierre de cada encuentro, cobró vigor: tanto docentes como madres pedían más textos, querían conocer autores. Entre los materiales seleccionados
circularon cuentos y poesías destinados a niños y jóvenes de Laura Devetach, Gustavo Roldán, Sandra Comino, Graciela Cabal, María Teresa Andruetto, y también reflexiones de Eduardo Galeano, leyendas de pueblos originarios, y poemas de Gioconda Belli y de Mario Benedetti. Las escenas de contacto con libros para los bebés se vio de esta manera fortalecida con
momentos para docentes y madres que confesaban, sin vergüenza, que era la primera vez que les leían a ellas y que esto les producía una especial sensación de bienestar. Se puede agregar sin temor al error, que eran momentos de modesta felicidad.
Y en estas escenas se fue armando la necesidad de incorporar libros para “grandes” y abrir la biblioteca a la comunidad adulta.
Se introdujo además, desde los primeros encuentros, la costumbre de narrar o de leer un texto en voz alta, con la finalidad de escuchar por placer, sin que la actividad redunde en aprendizajes
específicos. Esta lectura realizada como cierre de cada encuentro, cobró vigor: tanto docentes como madres pedían más textos, querían conocer autores. Entre los materiales seleccionados
circularon cuentos y poesías destinados a niños y jóvenes de Laura Devetach, Gustavo Roldán, Sandra Comino, Graciela Cabal, María Teresa Andruetto, y también reflexiones de Eduardo Galeano, leyendas de pueblos originarios, y poemas de Gioconda Belli y de Mario Benedetti. Las escenas de contacto con libros para los bebés se vio de esta manera fortalecida con
momentos para docentes y madres que confesaban, sin vergüenza, que era la primera vez que les leían a ellas y que esto les producía una especial sensación de bienestar. Se puede agregar sin temor al error, que eran momentos de modesta felicidad.
Y en estas escenas se fue armando la necesidad de incorporar libros para “grandes” y abrir la biblioteca a la comunidad adulta.